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Marco Ruiz: “Los libros hoy día nos permiten de alguna u otra manera ir mirando cómo se ha ido desarrollando la mariconería en Chile”

En este mes del libro, conversamos con el activista marica y por los derechos de las personas viviendo con VIH, Marco Ruiz. Histórico dirigente cola, uno de los fundadores del Movilh Histórico, empedernido coleccionista de libros e integrante del Observatorio de Políticas Públicas en VIH de Fundación Savia.

“A quién le vai a heredar tu colección po?”, es una frase que se suele escuchar entre los cercanos a Marco Ruiz. Y es que el activista es un ávido colector de libros. En su gran biblioteca, tiene unos 70 libros colas que ha ido recolectando a lo largo de las décadas. Ahora, a los 64 años, sus estantes tienen libros de novelas, biografías, poemarios LGBT+ y unos cuatro libros de Lemebel con dedicatoria del difunto escritor.

En sus propias palabras, Marco Ruiz Delgado es activista marica y por los derechos humanos de las personas viviendo con VIH. Tenía cerca de veinte años cuando cachó su orientación sexual. Gay, marica, cola. Elija usted. En ese entonces la dictadura de Pinochet no permitía a las personas de las disidencias sexuales vivir su vida abiertamente, mucho menos libre. 

Si bien su primer acercamiento con el activismo comenzó con las comunidades cristianas, “como en la conversa con otros amigos”, en el 85 salió del closet públicamente en una entrevista que dio a la revista APSI.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                     Fuente: ENTREVISTA REVISTA APSI MARCOS RUIZ.

Meses antes, la misma revista había dado un espacio a Ernesto Muñoz, artista visual gay. En esa entrevista, Muñoz entregó unas palabras históricas para la comunidad disidente en Chile: “Doy mi nombre y mi apellido para abrirle el campo a otros. Si yo me atrevo a hablar detrás mío vendrán diez más”.

Algunos meses después, Ruiz conversó con APSI sobre lo que eran los primeros momentos del VIH en Chile. Por esos años no había mucho conocimiento sobre el virus que ya se había convertido en una epidemia. “En ese entonces lo que más me impactó fue saber que las personas más afectadas eran las personas homo-bisexuales. Di una entrevista acerca del tema y de mi articulación como marica”, recuerda Marcos.

¿Cómo era el ser marica viviendo con VIH en el Chile de los 80?

Complicado, porque de partida la homosexualidad no estaba expuesta como lo está hoy día. La gente que teníamos una orientación sexual distinta vivíamos mucho más en el ocultamiento, desde la familia, los grupos. Había poca gente que podía salir y que podía compartir su orientación sexual. Salvo en aquellos espacios que existían como esparcimiento, que eran pocos. Estoy hablando de discotecas y bares que existían de forma muy clandestina. Además de que eran un circuito bastante cerrado, silencioso y al que tú llegabas a través de contactos.

Hasta que surge el Fausto, que se transforma en la discoteca ícono de la dictadura. Era el único espacio más público de la homosexualidad. Existiendo otros espacios, Fausto era más público, porque además igual estaba –y sigue– situado en un lugar bastante estratégico. Su público también era cierta clase de público. Estoy hablando de gente ABC1, con más poder adquisitivo, porque también significaba destinar una cantidad de lucas para entrar y para consumir adentro. Que no era barato.

¿Cuál fue el primer libro cola que leíste?

El arte de amar de Erich Fromm. Primero como un acercamiento al tema de cómo se relacionaban los cuerpos. Erich Fromm habla del mercado de los cuerpos. 

Después de eso, leí El miedo a la libertad, también de Fromm. Me gustó mucho y lo he vuelto a releer. Y sigo leyendo algunas partes que me interesan.

Son dos libros que me marcaron harto. Estoy hablando de hace más de 30 años atrás, si es que no más.

¿Cómo te acercaste a la lectura?

El gusto por la lectura viene de mi papá. Mi papá leía harto. A mí me llamaba mucho la atención porque leía unas novelas de cowboys con una letra diminuta. Unos libracos que mi papá leía y que era lo que más había en la casa.

Mi papá era un hombre de mucha lectura. Leía todos los días el diario, el día domingo compraba El Mercurio. Con mi hermana nos peleábamos los puzzles que venían en los suplementos de El Mercurio y La Tercera.

¿Y cómo te acercaste a los libros LGBT?

Durante la década de los 80 logré tener un trabajo donde yo ganaba plata, nunca en mi p**a vida había ganado tanta plata. Así que armé mi primera biblioteca y pude empezar a comprar libros. Ahí fue que me metí ya derechamente en la lectura de libros más pesados y que tenían que ver con la temática. Había muy poca literatura.

Después de mucho tiempo accedí a libros que venían de una historia. Como Un lugar sin límites de José Donoso o como La muerte del cura Deusto, de Augusto D’Halmar, que son como las dos novelas más icónicas dentro de fines de siglo y que han marcado. Hace poco salió una reedición del libro de Augusto D’Halmar. Una publicación muy muy linda, remasterizada.

Evidentemente con el activismo empecé a buscar libros que tenían que ver con la temática. Entonces ahí me metí dentro de la psicología, Sigmund Freud y otros autores. Con Humberto Maturana, que tenía una mirada distinta, más holística de lo que significaba la expresión y la corporalidad.

Empecé a leer también a mujeres como a la Julieta Kirkwood. Algunos libros de sexualidad de la Olga Poblete y de la Olga Grau. Y con libros más ligados al feminismo, que era lo más cercano que tenía para vincularme con estas miradas.

Ya después con el tiempo empecé a ponerme más selectivo y empecé a comprar libros que empezaron a aparecer que tenían que ver con temáticas de la homosexualidad.

¿Cuántos libros tiene tu colección LGBT?

Como 70.

Esto lo habíamos conversado una vez, ¿por qué crees que cuesta tanto encontrar libros escritos por lesbianas y protagonizados por lesbianas?

Bueno, yo creo que definitivamente la publicación está más marcada por los hombres hoy día. Si uno mira, que tenemos de similar o cercana a una fecha escritural, desde esa perspectiva, es la Gabriela Mistral. Que nunca la tuvimos cercana. Porque además había un sector de la sociedad que negaba la orientación sexual de la Gabriela.

Claro, eso es algo que recién se reconoce, ni tan abiertamente…

Ahora tiene muchas más publicaciones, más publicidad. Creo que hay una nueva lectura interesante que todavía no se termina de leer, de releer, de mirar la profundidad que tiene la escritura de la Gabriela Mistral.

Pero icónicamente ha sido la única mujer hoy día que uno puede mirar en el tiempo que ha permanecido. Por lo tanto, eran solo los hombres que estaban publicados. Yo creo que recién como en la década de los 90 empiezan a haber más publicaciones de mujeres lesbianas.

De hecho, por esa época hay un escándalo bien interesante de mirar. Que tiene que ver con el libro que causó escándalo porque fue financiado por el Fondart que es Ángeles Negros de Juan Pablo Sutherland. Ese fue un revuelo, con portadas en Las Últimas Noticias, que decían como «Fondos públicos financian libro gay», qué sé yo. Durante mucho tiempo causó polémica, porque además se juntó con otra polémica que tenía que ver con la pintura de Juan Dávila. Esta era una pintura que travestía a Simón Bolívar, con todo lo que eso implica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: LUN

¿Los 90 son una década de inflexión para la comunidad y la libertad sexual en Chile?

Yo creo que en la década de los 90, con el surgimiento de organizaciones de homosexuales más públicamente instaladas, como el Movilh Histórico, el surgimiento de las Ayuquelén el 84 y algunos otros colectivos que habían surgido en Concepción, fueron dando esta mirada y fueron posibilitando esa escritura que era más pública.

Y claro, evidentemente los hombres ocupan un lugar importante en la sociedad y en la sociedad escritural, donde se hacen más visibles y posibles de encontrar. Pero aún así no se puede comparar con la industria de Argentina, Brasil o México.

¿Cuál es el autor cola chileno que más te ha impactado?

O sea, indudablemente, el Pedro Lemebel. Porque es una crónica que tiene la calidad de la pluma. Pero también el Pedro tenía esa forma de ser un catalizador social. Él escuchaba historias compartidas. Salía, caminaba, lo veía. Iba a la Plaza de Armas haciendo casi un estudio de etnografía. Y desde ahí él hacía esta recreación con un montón de cosas. 

Entonces toda la lectura del Pedro tiene que ver con un acercamiento que a las maricas, de alguna u otra manera nos refleja en esa escritura. En esa crónica que es popular, que es el pueblo.

¿Cuál es el libro más preciado de tu colección en este momento?

La verdad es que tengo varios. Indudablemente tengo casi toda la colección del Pedro, creo que me faltan dos libros. También la escritura del Juan Pablo tiene que ver con una escritura que es más académica. Se te nota por ejemplo, es un libro interesante para leerlo y consultarlo permanentemente, porque son escrituras distintas. 

Hay otros libros que me gustan, que van más en la línea de poemario, como los del Álvaro Fernández, que es un escritor uruguayo que vivió durante mucho tiempo acá en Chile y después retornó a su país. Él alcanzó a publicar Los Enanitos Verdes sufren de vértigo, que es un libro de poemas interesante.

El Víctor Hugo tiene un libro que es autobiográfico, que es El Che de los gays y otro que es Bandera Hueca. El Bandera hueca es un libro donde recoge periodísticamente una mirada del movimiento homosexual en Chile.

Ahora estoy leyendo la biografía de Paquito de Cuba, una persona que vive con VIH en Cuba. Interesante y muy entretenido. Y estaba leyendo otras cosas, de otros autores mexicanos, fundamentalmente poemas. 

Hay otros que me han gustado por otras razones, como Raro de Óscar Contardo, que me parece un libro interesante porque es un libro que contiene mucho trabajo de investigación. Entonces aparecen citas de comienzos del siglo 20 o de fines del 19, donde hace relatos cortos de qué significó la homosexualidad en ese periodo. Ese libro me parece interesante, rápido de leer porque es muy entretenido. Ese libro lo ocupo como cabecera y lo estoy consultando. Cada vez que necesito un dato histórico o alguna referencia, sé que lo voy a tener.

La loca fuerte, de Contardo, que es un libro sobre el Pedro, también te lo puedes leer en una semana porque es muy liviano en su lectura. Entonces eso me parece interesante.

Esos son hoy día los tres escritores que me parecen bien.

Hablamos que Brasil siempre ha sido un espacio más abierto en cuanto a las diversidades ¿Cómo ves el crecimiento de la población LGBT en Chile?

Yo creo que sí hay una apertura. Indudablemente uno no podría negarlo. Hay una mayor visibilización. O sea, digamos que los espacios que antes eran dos o tres reductos donde se hacía visible la homosexualidad, hoy día es transversal. Tienes el surgimiento de un montón de organizaciones que se instalaron, irrumpió en las universidades. Todos estos grupos y colectivas de sexualidad y género que se empezaron a inscribir en estos espacios universitarios, donde hay una mirada distinta y crítica de esa vivencia.

Entonces hoy día tenemos protocolos de no discriminación hacia personas con una orientación y un género distinto. Están todos los espacios académicos hoy día. Me acuerdo cuando el Juan Pablo planteó la posibilidad de crear un diplomado sobre identidad de género y orientación sexual en la Universidad de Chile, esas eran como palabras mayores.

Cuando uno piensa en el tiempo, el Movilh Histórico irrumpe en la academia con su primer seminario sobre homosexualidad en Chile y dos años después, hicimos de vuelta otro seminario de la homosexualidad en Chile, donde logramos recoger 20 trabajos de tesis de distintas universidades. De las cuales elegimos como cinco o seis tesis para poderlas presentar. 

En ese sentido se ha podido ver cómo la comunidad se ha ido haciendo un lugar en la academia y en espacios de poder.

Claro, con ese trabajo uno puede mirar la progresión que han tenido las miradas o los análisis desde la academia. Además esa mirada también se ha ido confluyendo con el accionar del mundo social. Ahí ha habido un cruce interesante. Evidentemente esta apertura, esta visibilidad ha permitido que un montón de académicos salieran del clóset y se instalaran en el espacio académico con esta mirada y pertenencia de la homosexualidad.

Hay chicas como la Constanza Valdés, que es abogada, como la Claudia Rodríguez, que es trabajadora social. Jaime Barrientos que es psicólogo. Y tantas otras que están en el mundo del derecho. O sea, yo conozco por lo menos 15 cercanos abogados. Está la Jennifer Mella, que fue constituyente, abogada de la 4ª Región. Tenemos al Álvaro Fuentealba en la Chile. Tenemos una fiscal marica, que es la Karen Atala, que también llevó adelante un caso emblemático.

Hay muchos espacios de mujeres lesbianas. La Lily Inostroza, que es matrona también viene a transformarse en un ícono de la lesbiana en Chile, porque la Lily es parte de las fundadoras de Ayuquelén. Eso a fines del año 80. También está la Su Peña, que si bien no vive acá en Chile…

Y empezaron a aparecer otras, empezaron a ocupar espacios y lugares importantes dentro de lo público, que es tremendamente importante.

¿Cómo has ido recopilando tus libros de la colección?

Tengo un número importante de libros que me han regalado en las presentaciones. El activismo te da estas prerrogativas, «el Marco es conocido, yo te lo regalo». Pero siempre intento comprar los libros cuando puedo. Desde hace mucho tiempo que dentro de mi presupuesto dejé una parte importante de mi pequeño presupuesto para comprar libros. A veces me excedo del presupuesto, pero bueno.

Mi última adquisición fue un libro de Severo Sarduy, un escritor cubano. También compré uno de la Clarice Lispector, que estaba baratísimo, irresistible. Afuera cuesta 20 lucas y en la Feria Internacional del Libro en Recoleta lo compré a diez lucas. Entonces nada, ofertón. Ya me daba igual. Tenía cosas así muy sueltas de la Clarice, pero ahora tener un libro de ella me parece interesante porque he leído muy poco de mujeres.

Hay una chica que es de un lugar cercano a Concepción, que la conocí en mi viaje a Puerto Montt el año pasado, que es la pareja es Liliana Hinostroza y que escribe. Ahí le compré al tiro dos libros. Le dije «si no los compro ahora, no los voy a pillar nunca». Entonces intento ir adquiriendo libros en esos espacios.

Ahora quién se va a quedar con mis libros es un gran problema. No sé quién va a heredar mi colección de libros. Porque además tiene que ver con la historicidad del libro a través de esta escritura. De esta narrativa que tiene particularidades, tiene cosas muy específicas.

Hay de todo y para todos los gustos…

Claro, por ejemplo en los escritores chilenos igual hay diversidad. Por razones ideológicas solo he leído un libro de Simonetti, que me gustó, me encantó, pero no he leído nada más de él. Tengo un libro de Carlos Iturra, que muchos escritores no lo quieren, pero Paisaje masculino es  interesante porque son tres o cuatro historias que vienen ahí. Entonces uno va mirando cómo se desarrolla y cómo también va poniendo en contexto la vida de las maricas.

Está Jorge Marchant Lazcano, que también es un histórico. Si bien el Jorge Marchant Lazcano está vinculado a otra temática, él tiene tiene como cuatro libros que surgieron en un momento en que era imposible encontrar libros maricas. Entonces él tiene tres publicaciones interesantes. Yo creo que hay que rescatarlo como parte de la historia.

Los libros hoy día nos permiten de alguna u otra manera ir mirando cómo se ha ido desarrollando la mariconería en Chile, como ha tenido un progreso y como ha ido avanzando.

DOCUMENTOS

      • “Marco Ruiz: En busca de un espacio donde debatir”. Claudia Donoso. Revista APSI Nº165, 4 al 17 de noviembre de 1985. 

    *Lee la entrevista completa en la Revista APSI acá (páginas 383 y 384)

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